23.1.17

PÍNDARO; «SUEÑO DE UNA SOMBRA ES EL HOMBRE»


Sueño de una sombra es el hombre

Se considera que Pìndaro, el mayor lírico griego, nació entre 518 y 522 a. C. y vivió aproximadamente ochenta años, en una aldea cercana a Tebas, cerca de la olimpíada 65. En palabras de Lloyd-Jones: «ningún poeta es más consciente que Píndaro de la mortalidad del hombre y de la inestabilidad de los asuntos humanos». Dejamos aquestas breves notas estableciendo algunas relaciones entre el rapsoda griego y algunos de sus ilustres admiradores.

I

Ricardo Molinari cita un verso de Píndaro en el poema Cuando pasan las grandes bandadas por los cielos del Sur:

Hommo umbrae somnium *
Píndaro, Píticas VIII, 95- 97

*¡Sueño de una sombra es el hombre!

Transcribimos un fragmento del poema de Píndaro que cita Molinari:

¡Seres de un día! ¿Qué es uno? ¡Sueño de una sombra es el hombre! Pero si llega la gloria, regalo de los dioses, hay luz brillante entre los hombres y amable existencia.

II

Nietzsche cita al lírico griego varias ocasiones.

En el primer parágrafo de El Anticristo escribe:

“— Mirémonos a la cara. Nosotros somos hiperbóreos. Sabemos cuan aparte vivimos. «Ni por tierra ni por agua encontrarás el camino que conduce a los hipebóreos»; ya Píndaro supo esto de nosotros. Más allá del norte, del hielo, de la muerte, nuestra felicidad...”

Anota Andrés Sánchez Pascual a este parágrafo:

«Un cuaderno manuscrito de Nietzsche, en el que este recogió durante el verano de 1888 todos los fragmentos poéticos dispersos en cuadernos anteriores (161 en total), contiene la siguiente poesía:

Más allá del norte, del hielo, del hoy,
más allá de la muerte,
aparte—
¡nuestra vida, nuestra felicidad!
Ni por tierra
ni por agua
puedes encontrar el camino
hacia nosotros los hiperbóreos:
así lo vaticinó de vosotros una boca sabia»

La alusión a Píndaro remite a la Pítica X 29 30: Nadie podrá encontrar ni por mar ni por tierra el camino maravilloso que conduce a las fiestas de los hiperbóreos.
Bóreas: Dios de los vientos del norte. Favoreció a los atenienses contra los persas.
Los hiperbóreos son habitantes de un pueblo fabuloso, patria de Apolo, situado en los confines del océano, más allá de la región de los vientos del Norte. Se dicen que poseían el don de la inmortalidad.

El subtítulo de Ecce Homo, verdadero lema de vida de Nietzsche, dice:

Cómo se llega a ser lo que se es.

La frase está inspirada en verso de Píndaro que se halla en en la Pítica II, v. 73 dice: «llega a ser como aprendes a ser».
Pítica III, 68—65

« ¡Hazte el que eres!, como aprendido tienes»— traduce Alfonso Ortega.

«Aprende a ser quien eres»— traduce José Alsina.

III

Paul Valery pone como epígrafe a su célebre poema El cementerio marino, estos versos de Píndaro:

«Oh alma mía, no aspires a la vida inmortal,
pero agota la extensión de lo posible»

Píticas III, Epod. 60, 65

«No alma mía, no aspires
a una vida inmortal, pero sí agota
los recursos factibles».

en versión de José Alsina

«No pretendas la vida inmortal, alma mía,
y esfuérzate en la acción a ti posible».

en versión de Alfonso Ortega


IV

Hölderlin es el seguidor por excelencia del lírico griego. Basta ver las semejanzas entre Como cuando en día de fiesta de Hölderlin y la Olímpica VII de Píndaro.

La estrofa de Píndaro comienza con estos versos:

«Como alguien que toma en su rica mano una copa
por dentro espumante en rocío de la vida
y a ofrecerla va...»

La estrofa de Hölderlin habla así:

«Como cuando en día de fiesta, a ver el campo va un labrador, por la mañana...»

Unos versos después, en el mismo poema, donde Hölderlin escribe:

«así estáis bajo la tempestad fertilizadora vosotros, los que no educa ningún maestro...

la Olímpica de Píndaro prosigue:

«Así también sin tener la simiente de la llama abrazante, a lo alto de la llama subieron».

Y todo esto sin detenernos en las coincidencias temáticas de ambos textos que, claro, no son pocas.

También entre sus notas y ensayos, Hölderlin analiza fragmentos de Píndaro.

V

Cerramos estas notas con otra de las reflexiones atribuidas a Píndaro;

El día precedente enseña el día que sigue


© Javier Galarza

11.12.16

CUERPOS EN LA POESÍA ARGENTINA




Por Javier Galarza

Estas líneas surgen de un trabajo de taller. Se intenta pensar en algunos de los referentes de la poesía argentina y en su consecuente interacción. Sin verdades absolutas ni relativismos en boga. Abriendo pequeñas reflexiones para que sean completadas o refutadas. Da igual. Pero abriendo. Pero pensando.

Cuántos cansados de mentir se suicidan en cualquier verdad.
Antonio Porchia

INTRO

Para partir de algún lugar (de todo lugar hay que partir), tomamos los nombres de algunos de nuestros grandes poetas y los agrupamos en torno al concepto de cuerpo (no necesariamente en la acepción que le dan a la palabra Deleuze o Spinoza).
Entonces pensamos a Alejandra Pizarnik como el cuerpo suicidado.
A Jacobo Fijman como el cuerpo marginado.
A Miguel Ángel Bustos como el cuerpo desaparecido.
A Paco Urondo como el cuerpo revolucionario.
A Juan L. Ortiz como el cuerpo místico.
A Héctor Viel Temperley como el cuerpo presente.
A Nestor Perlongher como el cuerpo transgresor.
Los pensamos así para aprender a deshacernos de estas calificaciones. Para palpar el acierto o el error.

JUAN L. ORTÍZ

“Abierto es el hablar del ateo, o más aún, de aquel que reservando al dios su lugar absolutamente vacío, percibe”. (Gerard Pommier, La excepción femenina)
La percepción es algo que Juan L. Ortiz entendió como pocos. ¿Qué le decía ese paisaje, en apariencia principal “argumento” de su obra? A contrapelo del naturalismo o de la representación, ¿sería acaso esa Naturaleza la presencia tácita, lo que exhausta de no decirse?  Sí, mi amiga, estamos bien, pero tiemblo/ a pesar de esas llamas dulces contra junio. ¿Está el poeta insinuando a cada paso lo indecible de esos bosques, el heracliteo fluir del río o la tristeza inlocalizable del ocaso? Cómo, si no, esa sobre-presencia, o casi, que aún de lo invisible, / obsede, se aseguraría, / el centro de la media tarde misma, / sobre qué olvido? / Lo lejano en lo más próximo. El paisaje cotidiano narrado desde la extrañeza, la percepción pura (Rilke, la octava elegía), la desprotección tornada hacia lo abierto (Rilke tomado por Heidegger para la conferencia ¿Y para qué poetas?), el “yo es otro” (Rimbaud) del simbolismo de las correspondencias (Baudelaire). Como el Rhin para Hölderlin, el horizonte “sorprende los signos de los dioses”.Mas amigo, qué otro infinito, allá, podría repetirme / y aun desdecirme/ en el juego con un confín / que no sería / confín?  “El poeta, un místico, una mujer, muestran de tal modo, en esa elección del resguardo en la desprotección, de un fundamento sin fondo, la región ideal donde el hablar presenta su acuerdo con el goce de un Todo que se apoya sobre la Nada”. (Gerard Pommier, La excepción femenina)

El poema El Río propone un interesante cambio en las preposiciones. Entre el primer y el segundo verso el poeta frente al río pasa a hablar desde el río. Esta inversión en las preposiciones fue subrayada por una alumna durante una lectura comparativa entre Juanele y Heidegger. Restos de expresionismo hacia el destello del ser en el lenguaje: Cuándo, cuándo, mi amiga, junto a las mismas bailarinas del fuego, / cuándo, cuándo, el amor no tendrá frío?

NESTOR PERLONGHER

La poesía de Nestor Perlongher irrumpió en los años ochenta a contramarcha de las escuelas imperantes y aún sigue fascinando y molestando por igual. Travestismo, militancia activa en el frente de liberación homosexual, parodia de todo poder (Canción de los nazis en Baviera) la ayahuasca y hasta la Religión del Santo Daime conforman un cuerpo que deja la barrosa huella de su paso. Durante su enfermedad terminal, Perlongher escribe otro estupendo poema llamado El mal de sí: Detente muerte...
El final, lejos de menguar su apuesta poética, da lugar para redoblarla: No es lo que falta, es lo que sobra, lo que no duele. /Aquello que excede la austeridad taimada de las cosas / lo que desborda desdoblando la mezquindad del alma prisionera. Esta última apuesta parece responder al “Poesía es lo que usted está viendo” de Joaquín Gianuzzi. Frente a la mirada del ciudadano medio Perlongher se permite brillar en el enchastre del cisne que se extingue, ve junto al LSD y las plantas alucinógenas. La sobrenaturaleza que pedía Lezama Lima ya había logrado su aquelarre semiótico en Abisinia Exibar o en El cadáver de la nación. Pero esta sobreapuesta de El chorreo de las iluminaciones da lugar a poemas como el estremecedor Canción de la muerte en bicicleta: Ahora que me estoy muriendo/ Ahora que me estoy muriendo, estribillo que podría ser entendido hasta por un objetivista recalcitrante. ¿El antitotalitarismo como la apertura del discurso? ¿Desmesura del cuerpo tornando la apolínea queja melancólica en bacanal dionisíaca y final? ¿Objetivista clausura de la mirada o expansión de las potencias del lenguaje, deriva infinita del neobarroso

HECTOR VIEL TEMPERLEY

Pero una liebre un pájaro una perra/ me miraron a los ojos al corazón al sexo/ como creo que sólo me miró también el mar/ una madrugada de verano en que vagaba/ con una pistola en el puño sin tener donde afeitarme escribe Héctor Viel Temperley en Legión extranjera. Dueño de una poesía de cuerpo presente: la masculinidad, el nadador, el hombre que se desnuda bajo las estrellas del invierno; Viel Temperley avanza silenciosamente hacia su mito. Pronto vendra Crawl (1982) con su estribillo Vengo de comulgar y estoy en éxtasis y un final no menos sugerente: En confines de tinta/ Me sacaba del odio. Queda para analizar la estética de Temperley junto al imaginario de la película El nadador (1968) ese hombre que emprende el retorno a su casa vacía nadando a través de las piscinas de sus amigos, Voy hacia lo que menos conocí en mi vida: mi cuerpo. También para Temperley el cuerpo es pregunta y desafío. Al año siguiente aparece Hospital Británico y comienza la leyenda. Un libro escrito durante la convalecencia de una operación de cerebro, calificado por el autor como esquirlas, donde los textos de toda su obra retornan en forma profética junto a la confusa luz del final. El cuerpo del nadador atraviesa toda su obra. Soy el nadador, Señor, soy el hombre que nada. Brazada a brazada hasta que su poesía atraviese el tiempo para encontrar en las décadas siguientes los lectores que merece.

PACO URONDO

Mi confianza se apoya en el profundo desprecio/ por este mundo desgraciado. Le daré/ la vida para que nada pueda seguir como está. Amor, aventura, coloquialismo, inserción del tango; Urondo vivió una vida peligrosa que él mismo eligió: donde no vale la pena/ morir por ninguna causa; / siento repugnancia o alivio. Su poética utiliza formas diferentes, de la lírica inicial al coloquialismo con diversas estaciones de por medio. (El poema Arijon y el libro Adolecer son ejemplo de ello). Puede entenderse el gesto de Urondo como un todo revolucionario, no libre de épica. ¿Un cuerpo de acto cancelando la rumiante inacción de la duda? Si ustedes lo permiten,/ prefiero seguir viviendo./ Sin jactancias puedo decir /que la vida es lo mejor que conozco.
Volveremos sobre estos temas hacia el final de la nota.

ALEJANDRA PIZARNIK

Hablo del lugar donde se forman los cuerpos poéticos como una cesta llena de cadáveres de niñas- escribe Alejandra Pizarnik. Esos cuerpos podrían ser la náufraga, la muchacha, el maniquí desnudo, la dama pequeñísima. Es decir, los sujetos textuales que la poeta puso a jugar en el poema. El cuerpo suicidado mide la brecha entre la demanda y la imposibilidad de satisfacerla. Siguiendo una cita de Simone Weil en los diarios de la autora el drama es que tener hambre y comer son operaciones diferentes. El poeta en la estirpe de Rimbaud concibe la revolución en términos absolutos: es la vida lo que hay que cambiar. Como escribe Artaud: la vida está enferma. Desde este punto la poeta pregunta para qué ojos si aún no hay qué mirar.

MIGUEL ANGEL BUSTOS

Miguel Ángel Bustos suena profético. Pero no pretendemos hacer una lectura tendenciosa o facilista. Puede leerse como se lee a Rimbaud, cerca del cual intuimos su filiación literaria, pero con un pasado cercano que nos toca y nos duele. Durante el encuentro surgen alusiones al formalismo ruso, junto al tema de la muerte del autor, textos de Barthes y Foucault. Nos preguntamos si no sería cinismo o mala intención política leer a poetas como Bustos o Paul Celan deshistorializándolos o sacándolos de contexto. El cuerpo desaparecido dice por ausencia. Es otra forma de estar presente. Otra forma de decir. Tuve que morir volver a ustedes escribe el poeta y cuesta separar esos versos de la desaparición física del poeta, el silencio posterior sobre su obra y la reciente reedición. ¿Cómo leemos versos como quiero probar un cuerpo que no muera que no olvide. O caeré como un ángel de hierro con cien muertos en las alas?
El filósofo Alain Badiou contrapone la Anábasis de Saint John Perse a la Anábasis de Paul Celan. Compara la lírica con reminiscencias colonialistas de Perse con el texto atravesado por el siglo XX en Celan. Bustos, como Celan o Kafka, es un artista tocado por el siglo XX. De este lado del mundo. Con categorías de pensamiento propias. Bien lo supo el poeta cuando partió por Latinoamérica para elaborar la cosmogonía de El Himalaya o la moral de los pájaros. Entre los poemas que permanecieron inéditos hasta la edición de su obra completa, leemos El ángel de la anunciación: Mi patria va muda/ oh mi tierra no quiero que estés sola/ pero qué hago con mi ángel de la muerte. / Pasea conmigo/ lee conmigo /ama lo que amo/ duerme a mi lado./ Si me quieres así/ con las alas oscuras/ seguiré cantando./ Y cuando vivas/ te llevarás mi ángel/ me iré en tu cuerpo.

JACOBO FIJMAN

Yo quería jugar...

No hay cosa peor que amar el cuerpo le dijo Jacobo Fijman a Juan Jacobo Bajarlía. En el pensamiento del poeta, el cuerpo se pierde en el amor o junto a la exaltación de la materia. A Jacobo Fijman le prohibieron la entrada a la Biblioteca Nacional. Pasó gran parte de sus días en el Hospital Borda (es probable que no tuviera otro lugar donde ir). Luego de su muerte, la Biblioteca recuperó su cuerpo, expulsado en vida, en formato de libro, higiénico y políticamente correcto. Ahora sí, apto para el consumo.
Toda mi carne mortal recoge la blanca limosna del misterio. Fijman atraviesa cada libro de su obra en un peregrinaje místico que culminará con Estrella de la mañana y los poemas póstumos. El itinerario del despojo. El cuerpo marginado de quien reniega del mundo, de quién es negado porque su sola presencia acusa o remuerde, es decir, recuerda al ciudadano medio cuanto le cuesta desprenderse de eso tan poco que tampoco tiene. ¿Fijman y su Gramática de estrellas fijas? Ánimos de pavor yacen en mis profundas soledades. / No es el mismo silencio, no es la misma estrella.

PREGUNTAS E INTERACCIONES. FINAL ABIERTO

Hubo interacciones entre estos cuerpos. Bustos frecuentó a Pizarnik. Luego de un intento de suicidio, conoció a Jacobo Fijman en el Borda. Se encontró con Paco Urondo. Paco Urondo, a su vez, como muchos poetas de su generación viajó a conocer y a reportear a Juan L. Ortiz. Escribió Arijon, estupendo poema contemplativo en la línea del entrerriano. Juanele nunca dejó de ser un hombre comprometido con la revolución y su viaje a la China maoista es un acontecimiento que incide en su visión del hombre y el mundo, es allí donde nacen los formidables poemas de El junco y la corriente. ¿Puede calificarse de suicida el gesto de Urondo al ingerir una cápsula de cianuro para no delatar a sus compañeros? ¿No suena profético o visionario el mismo Urondo cuando escribe en su poema Algo: con tu muerte/ vendrá una nueva/ y desconocida vergüenza? ¿Resulta paradójico pensar que la etérea poesía de Juan L. Ortiz conforma un tomo de más de mil páginas y un kilo y medio de peso? ¿No logra Alejandra Pizarnik un registro porno en el poema Sala de psicopatología que el neobarroso jamás llevó tan lejos? Pizarnik parece ajena a cualquier revolución hasta que escribe: La noche soy yo y hemos perdido./ Así hablo yo, cobardes / La noche ha caído y ya se ha pensado en todo. ¿Hay mayor golpe que la voz de Juan L. Ortiz diciéndoles a sus colegas que no se cobijen pues la poesía es la intemperie sin fin o escribiendo, tras la muerte de García Lorca, oh poetas en la noche estúpida y cobarde? Perlongher durante su enfermedad escribe un impensado homenaje a Viel Temperley, en el poema Estaño espanto: gemidos del doble en el rincón / que no se ve de el hospital / (británico). ¿ No es Acaso revolucionario el gesto de Fijman cuando se abraza a un policía y se presenta diciendo: Yo soy el Cristo rojo? Hemos elegido a estos poetas, afortunadamente faltan muchos otros para completar un pensamiento más amplio sobre la poesía argentina y sus cuerpos.
Concluimos estos apuntes con un poema del gran Edgar Bayley, contra todo congelamiento en el lenguaje. Para no morir en cualquier verdad.

A SER OTRO

he venido a ser otro
a ser el mismo
a entrar salir a estar despierto
no quiero eternizarme en una cara
en un traspié canal en un cuidado

he venido a ser otro
a convertirme
en cal en hoy en calle
en mi enemigo
he venido a mezclarme
a estar parado
a darme a ser a no mirarme
a no decir ya está he terminado

he venido a estar a empobrecerme
a seguir con mi apuesta
entre los hombres

he venido a morir o no morir
enamorado
a partirme en cielotierra
entre dos pasos

habitando el desamor o la alabanza




5.2.14

UN SALVAJE EN LA CORTE DEL ZAR





1. LA INMENSIDAD (a la luz de la tierra):

Fue en la inmensa Siberia, en la ya lejana corte de los zares; una tierra fértil para la magia, plena de sectas y de místicos, campesinos y creencias. Allí donde cualquier lugar queda lejos, entre el frío y las heladas, bajo un cielo puro y más allá los osos; los bosques y los lobos, los lagos como espejos y las estrellas tan cerca. A la luz de la tierra que permite la plena manifestación de los dones. Con pequeñas aldeas en la inmensidad como fuegos en «la unánime noche». En la morada de un cultivador y cochero, dueño de unas pocas vacas y caballos. En la tierra del vodka, en la aldea de Pokrovskoie (lugar de paso para peregrinos y místicos), durante enero de 1864, donde nació Gregori Efimovich Rasputín. Entre el frío y las heladas, bajo un cielo puro y más allá los osos, los bosques y los lobos, los lagos como espejos, Donde cualquier lugar queda lejos.
Y con las estrellas tan cerca...


2. DESPUÉS DEL DESHIELO (LA INFANCIA)

Cuando la primavera apenas comenzaba a derretir los hielos, el pequeño Gregori y su hermano Misha se acercan a jugar al río. En un trágico accidente, caen al agua bajo el sol helado. Misha muere. Rasputín, que apenas sobrevive a su hermano mayor, es velado en la casa junto a la chimenea, envuelto en mantas tibias, entre llantos y plegarias. Después de un largo tiempo al borde de la muerte, saliendo del estado de coma y entre las alucinaciones de la fiebre, la virgen se le presenta por primera vez. Rasputín no conoció a su madre, pero la indecible calidez de esa aparición lo ilumina y lo acompañará por siempre.
Como un pequeño loco de Asís, Gregori se dedica a alimentar a los animales, recoger leña y cultivar el trigo. Por piedad, deja de comer carne. En la caballeriza de su padre comprende que un analfabeto es cualquier persona incapaz de comunicarse con un animal. Rasputín no sabe leer y jamás irá a la escuela. Está lejos del afeminamiento masturbatorio de las bibliotecas, donde la transferencia de una experiencia religiosa es todo lo que el lector busca (algo desde ya destinado al fracaso). Pues las revelaciones no son letra muerta. Se viven mucho más allá del veneno de la intelectualización.


3. LAS PEREGRINACIONES. LOS DONES.

Preocupado porque abandona las tareas del hogar, su padre Efim se pregunta qué está ocurriendo con su hijo. Gregori parte en caballo hacia los bosques oscuros y desaparece por largo tiempo. Retorna con una mirada indescifrable al silencio de la isba. De uno de sus viajes llega acompañado por Praskova, quien será su fiel esposa. En el silencio del bosque la virgen se le manifiesta por segunda vez. Allí comprende la tragedia e importancia de su misión. Tiene tres hijos: Dimitri, Matriona y Varvara. Anuncia a su familia que debe partir y está ausente durante cuatro años. Son frecuentes sus visitas al monasterio—penitenciaría de Verjouterie. Toma contacto con la secta de los jlistis, que en su espiritualidad no pierde de vista la satisfacción de los deseos de la carne, que utilizan incluso como una forma de purificación (el sentido festivo—orgiástico de la religión,  no contrapuesto al retiro, la meditación, el silencio y la oración). Intentando trasladar una ley universal a este lenguaje indigente debe decirse que todo engendra su sombra. La maldad no es la contracara del bien sino su necesaria complementación. La sombra, al ser ignorada, acecha desde las profundidades para manifestarse en algún momento.
Sea dicho de una vez:
la sombra de la castidad es la perversión.


4. REGRESO CON DONES

Rasputín retorna a su familia después de un exilio de cuatro años. No es el mismo. Algo se ha encendido para siempre en su mirada. Los cabellos largos y sucios, la ropa de un vagabundo, su voz templada de rezos. Los rumores corren rápidamente. Dicen que se lo ha visto curar enfermos. Invita a sus vecinos a orar. Las mujeres lo siguen con fascinación hipnótica. Se dice que se lo ha escuchado gritar desgarradoramente desde las reclusiones en su pequeño santuario Señor, apiádate de mí. Construye una capilla en el sótano y comienza a hacer prodigios (sólo tomando la mano del enfermo y orando). Algo extraño ocurre después de cada curación. Pálido y exhausto, parece haber envejecido más de treinta años. El pope de la iglesia, ignorante y celoso, manifiesta que el anticristo se encuentra en Pokrovskoie.
Todo bajo un cielo helado. Y con las estrellas tan cerca.


5. SAN PETESBURGO

Es al llegar a la gran ciudad donde comienza la otra historia. Su fama de santo—salvaje—curador hace que acudan a él toda clase de personajes de las clases altas. Entonces Alejandra, la zarina, desesperada por la salud de su pequeño hijo Alexis, el heredero del zar Nicolás II, acude a él. Rasputín entra al palacio sin modales pero con honestidad de campesino y, como un vampiro a la inversa alivia la hemofilia del niño. Este hecho le da entrada libre al palacio. Entonces los enemigos comienzan a multiplicarse. ¿Cómo ese campesino sucio e ignorante puede tener tanta influencia sobre los zares? ¿Qué tipo de incondicional debilidad manifiesta por él Alejandra, la zarina? Los rumores perturban al palacio, avergüenzan a los moralistas, desvelan a los buitres del poder. Pero aún así, entre curaciones y oraciones, Rasputín se entrega a las mujeres, el vino y la danza, exaltando como un antibuda toda esa vida que brota de su cuerpo: considera que nada puede ser malo por provenir de dios. Responde con arrogancia a quienes pretenden rebajarlo. Su plegaria ahora ahora es: «Padre ¿por qué todas las mujeres son hermosas?»


6. LA MIRADA

Gregori se debate entre sus visiones y la tragedia de su misión. La mirada de Rasputín atraviesa su tierra helada, la muerte de los soldados en el frente, la tentación en las faldas de cada extraña, las manos de los trabajadores, el vino y los frutos de la tierra mágica, el germen de la revolución incubándose en el frío...Algo encuentran los zares en él (más allá de los rumores que lo vinculan sexualmente con la zarina y con todas las damas de la nobleza). Es el testimonio vivo de su pueblo ante dos gobernantes ajenos a las preocupaciones de Rusia. Y además siente un amor auténtico por el pequeño Alexis, el heredero, que lo considera su amigo y reclama su presencia para aliviar su salud (este afecto también incluye a las hermanas del zarievich). Son los años de la primera guerra mundial y la situación del gobierno es desastrosa. Durante uno de los regresos a su aldea, Rasputín es apuñalado en el vientre por una mujer que grita: «He matado al anticristo, he matado al anticristo».


7. LA POLICIA DEL KARMA

Los informes de la policía del imperio dan cuenta de sus orgías y borracheras. Una siniestra conspiración comienza a gestarse. El príncipe Felix Yusopov junto a sus cómplices (un grupo de políticos ultraconservadores) invitan a Rasputín a un «té» a la medianoche. La bebida y los pasteles están envenenados. Pero Rasputín no murió. Presa del malestar atravesó a quienes lo rodeaban con su mirada atemorizante. Yusopov, aterrorizado, le disparó en el pecho. Aún así Rasputín se levantó y sangrando, logró salir al patio. Volvieron a dispararle por la espalda, pero se mantuvo erguido. Entonces fue conducido hasta el río helado donde tras abrir un boquete fue arrojado vivo. Un año después la familia imperial sería acribillada a balazos y estallaria la revolucion.
Las leyendas son carne para los biógrafos y la lejana perspectiva de la historia terminará por afantasmarlo todo.
Pero bien vale revisitar a este personaje cuya mirada alcanzó el nivel de mito.
Hoy que todos los ojos están muertos.
Y las estrellas tan lejos.


14.11.13

EL CUERPO DURANTE LA DICTADURA MILITAR (BREVES CONSIDERACIONES ACERCA DE UN ACTO FALLIDO)

Foto:  Sara Facio

Es necesario ubicar el contexto histórico donde tienen lugar los sucesos psíquicos. Resulta importante para lograr una comprensión más profunda de las circunstancias, aún las del inconsciente.
Sincronizar la historia personal con la historia del mundo. Un país, en este caso.
Esta breve reflexión parte de un doble lapsus. Ocurrió mientras transcribía un apunte de psicología: cuando debía copiar la frase «la palabra distancia curando en la ajenidad, dando historia a las frases; evitando ese congelamiento mortal donde el cuerpo es el sujeto...» escribí involuntariamente — dos veces consecutivas— una construcción inquietante: «el cuerpo es el proceso».
El cuerpo es el proceso. Pronto relacioné...
El cuerpo del Proceso Militar en la Argentina es un cuerpo sustraído, apropiado y mancillado por ese tenebroso otro de la ley (kafkiano, brutal, tiránico, inaccesible). Un cuerpo desaparecido que en palabras del amo (ese otro del deseo perverso) «no está», «no existe», «no es» (declaraciones del general Videla en una tristemente célebre conferencia de prensa). Un cuerpo negado hasta en la brutal e incontrastable evidencia de la muerte. Un cuerpo censurado. Esposado. Maniatado. Anónimo. Torturado.
Si El Proceso, en el sentido de la novela de Kafka, narra la intervención de una ley desconocida cuya lógica no se llega a vislumbrar, el proceso militar es la abolición de toda ley,  el imperio del miedo absoluto.
Donde la subversión — esto es, la transgresión implícita en la base misma de todo deseo— es el elemento a reprimir. Durante la pre—pubertad y la adolescencia misma de mi generación, el deseo intentó ser inscripto por los mecanismos autoritarios de los colegios católicos, mientras los entes censores cortaban (atención a esta palabra) las películas, esto es, las escenas eróticas, es decir la pulsión básica voyeur con su correspondiente contrapartida exhibicionista.
Los cines eran ese espacio sacralizado al que no se podía acceder (por la circunstancia— rito— carente de iniciación tribal— de no tener dieciocho años: edad apta para la guerra). La televisión de aquellos años tenia una publicidad institucional donde un churrasco era devorado a dentelladas por la «subversión». No tardé en hacerme vegetariano.
Otro slogan perverso, situado alrededor del Obelisco, a pocas cuadras de mi casa ubicada frente a TRIBUNALES (otra vez la idea del juicio) decía (advertía) EL SILENCIO ES SALUD. Para mi generación, los dieciocho años no equivalían a la edad apta para emitir un voto sino a Malvinas, es decir la edad apta para ir a la guerra.
¿Cómo no relacionar los confesionarios de los colegios católicos de aquella época con las otras confesiones que requerían penitencias tan morbosas como descargas eléctricas y torturas?. La guerra y otro sustraimiento del cuerpo cuya imagen a través de las revistas o la televisión devolvían mutilaciones y nuevas desapariciones e intervenciones de la ley.
Los vuelos, los cuerpos arrojados al río, los centros clandestinos de detención, la complicidad de los medios (miedos), los gritos de gol, las madres desposeídas como moderna recreación del mito de Antígona, los uniformes y el autoritarismo de los colegios religiosos.
Por otra parte en el lapsus que originara esta nota contrapuse o vinculé de manera involuntaria SUJETO a PROCESO.
Sujeto: atado al proceso. Atado al cuerpo. Sujetado. Procesado. (ley de castigo por el deseo). La «salud» de silenciar.
El cuerpo es el proceso de habitar un cuerpo. El cuerpo es su proceso de habitarse. El cuerpo procesa y algún día cesa. El cuerpo y sus procesos de metabolización y abastecimiento. Digestión. Circulación. El cuerpo congelado en una mirada vive en el cambio: en los procesos. Proceso que hoy requiere la necesidad de recuperar el extraviado poder de la palabra y un compromiso: Intentar escuchar eso algo otro que habla cuando hablamos. Cuando somos hablados o pensados en la conversación fundamental que nos constituye. Desinscribirnos del poder que nos estupra.

© Javier  Galarza

(publicado por primera vez en Revista LA MALDITA, número 7 )

11.10.13

KAVAFIS Y LA MEMORIA DEL CUERPO


Memoria de este amor, / tráeme de esta noche/ el mayor número posible de recuerdos.

Suministra tus remedios, Arte de la Poesía,/ que impiden (por un tiempo) sentir la herida.







CUERPO, RECUERDA

Cuerpo, recuerda, no solo el ardor
con el cual fuiste amado;
no sólo los lechos sobre los cuales
te has acostado, sino esos deseos
que brillaban por ti en los ojos
y temblaban en los labios,
y un obstáculo fortuito
ha impedido que se cumplan...
Ahora que todo eso pertenece al pasado,
casi parece que te has abandonado a ellos...
Cuerpo, recuerda esos deseos
que por ti brillaban en los ojos
y temblaban en los labios.


Traducción: Juan Carvajal


Tomo este poema de Constantino Kavafis (Alejandría, Egipto, 1863—1933) por una serie de vivencias siempre renovadas, relacionadas con este texto. Hay obras de arte capaces de producir una marca o una huella. Reconocemos un buen poema porque no nos deja indemnes: no somos los mismos después de leerlo. Poemas que nos piensan o nos dicen, allí donde cualquier otra forma del lenguaje colapsa. La primera persona que me habló de «Cuerpo, recuerda», fue una chica, hacia fines de los años noventa. Me contó que pensaba en este texto cuando, por diferentes motivos, atravesaba largos períodos de soledad. Entonces, le regalé una antología de Kavafis, con pétalos de una flor depositados en la página del libro que incluía el poema referido (a manera de señalador). Años después, cuando una poeta amiga debió atravesar la complicada instancia previa a una intervención quirúrgica, le sugerí que pensara en este texto, para conectarse con el cuerpo desde un lugar que no fuera el dolor ni el miedo. No muchos meses después, ella debió recomendarme el poema a mí, ante una instancia similar. Algo de eso transmite «Cuerpo, recuerda». Un dolor pequeño e inlocalizable junto a la pulsión del Eros.
«No sólo los lechos sobre los cuales te has acostado » — escribe Kavafis. No sólo el deseo que escapó a la dimensión de la fantasía, sino también eso que, al no haber sido concretado, puede siempre resurgir.
Ante la pérdida de un momento fugaz, queda constancia de ese haber mínimo e indecible, a través de la memoria del cuerpo. Un resto o estremecimiento. Todos los «podría haber sido». Algo que actúa por sustracción: la dimensión inasible de las insinuaciones. Resto que hace al caudal inabarcable del deseo mismo. La fuerza reparadora, incluso curativa, de un intercambio de miradas. Un mutuo y fugaz reconocimiento entre cuerpos. Ese saberse y no, no saberse. Dulce nostalgia de lo no ocurrido, reparaciones pequeñas como la lectura de la carta de una amante de otro tiempo. El poema: algo bello y evasivo como la seducción, cuando la vida nos busca donde no estamos y entonces se hace insinuación y promesa. Glosando otro poema de Kavafis:
«El arte da cierta forma a la belleza, completando la vida de forma imperceptible, ante vagas memorias de amores incumplidos».

© Javier Galarza


Breve antología aquí: Kavafis o el deseo

2.10.13

JUAN L. ORTIZ. UN CORAZÓN EXCEDIDO.



Manteniéndose en la periferia, en su tierra natal, casi fuera de todo sistema, Juanele logra, sin proponérselo, que el sistema vaya a él... Largas y numerosas peregrinaciones se emprenden para conocer al maestro. Son los medios, los que se ocuparán de él, los que van hacia el escritor.
El poeta recibe a todos con hospitalidad de maestro budista. Se ocupa de escuchar lo que el paisaje dice. Y lo que no. Lo que no dice.

Todo me excede, todo me excede siempre

NACIMIENTO ETC.

Juan L. Ortiz (1896- 1978) nace en Puerto Ruiz, Gualeguay, provincia de Entre Ríos. Es el menor de diez hermanos. Pronto se relaciona con la música y la pintura. Pronto también, con sus ideas políticas, que siempre estarán ligadas a la revolución. «Yo diría como Artaud o como Césaire que la poesía está unida ahora a la revolución.» —declarará en un reportaje. Será fiel a esta idea durante toda su vida. De niño, la temprana visión de unas vacas ordeñadas en la niebla del primer amanecer detonan el salvajismo de su mirada para siempre.

COSAS INFINITAS

«¿Quien al andar por el crepúsculo o al trazar una flecha de su pasado, no sintió alguna vez que se había perdido una cosa infinita?» Tal pregunta de «El hacedor» de Jorge Luis Borges (Paradiso, XXXI, 108) bien podría aplicarse a la poética Juan L. Ortiz. Pero a diferencia del laureado Borges, el poeta entrerriano, dedica las casi mil páginas de ese continuo que es su obra, al intento de hacer fluir, a través de su poesía, todo lo inasible que nos rodea. Y lo hace desde el margen, la periferia, erigiéndose casi sin quererlo en mito y referente, en poeta de poetas. Lo hace «pintando su aldea», pero no del modo en que lo haría un cronista, sino como es misión del poeta: en palabras de Hölderlin: «entregar al pueblo, velados en su canto, los dones celestes».

«Me has sorprendido, diciéndome, amigo,
que «mi poesía»
debe de parecerse al río que no terminaré nunca, nunca de decir...»

SIMBOLISMO

Juanele descifra el «bosque de signos » de «la naturaleza como pilar viviente» (Baudelaire, en el soneto IV de Las flores del mal deja en claro las correspondencias propias del simbolismo). El poeta sorprende los «signos de los dioses». Pero la distorsión en las percepciones, el «desarreglo de los sentidos», proclamado por Rimbaud, no acontece por el exceso, «los paraísos artificiales», sino a través de la mesura. ¿Los paraísos naturales? Sobreviene una forma de calma oriental digna de los poetas chinos que tanto admiró Juan L. Ortiz. Entonces, el arte acontece como desocultación del mundo, acorde a la filosofía de Heidegger. No pensamos esta asociación como algo forzado.
Juanele define la poesía como «la intemperie sin fin». Hay consonancia con «los tiempos de indigencia» anunciados por Hölderlin. La intemperie propicia la revelación del ser.

«Cuándo, cuándo, mi amiga, junto a las mismas bailarinas del fuego,
cuándo, cuándo, el amor no tendrá frío?»

PUBLICACIÓN

Publica gracias a la insistencia de sus amigos. El más célebre de ellos es Carlos Mastronardi, autor de Luz de Provincia.Tiene una breve estadía en Buenos Aires. Luego de dos años retorna a su tierra, de donde no volverá a salir excepto para un viaje por los países socialistas. Hacia 1950 se convierte en referente inevitable del grupo Poesía Buenos Aires. Muchos de los grandes poetas peregrinarán para conocerlo. Llegan Raúl González Tuñón (su gran amigo, según Neruda, «el primero en blindar la rosa», Edgar Bayley, Juana Bignozzi, Paco Urondo, Francisco Madariaga entre otros. Atención a los títulos de sus libros, que irán publicándose en ediciones mínimas: El agua y la noche, El alba sube..., El ángel inclinado, La rama hacia el esteEl álamo y el viento, El aire conmovido, La mano infinita, La brisa perfumada, El alma y las colinas y De las raíces y del cielo. En el aura del sauce  incluye los diez libros anteriores, más tres inéditos:  El junco y la corriente, El Gualeguay y La orilla que se abisma. Su obra completa, paradójicamente o no, para un poeta que solo aspiraba a la levedad, es un libro de más de mil páginas... Que empieza y termina en cualquier parte. Como el río. Que a cada momento es diferente.

« Sí, mi amiga, estamos bien, pero tiemblo
a pesar de esas llamas dulces contra junio… »

CHINA: EL JUNCO Y LA CORRIENTE

Viaja a los países socialistas en 1957. Se sorprende al hallar al otro lado del mundo, en la China maoísta, un paisaje similar al de su tierra. Conservará un recuerdo entrañable de ese otro mundo, tan cerca, tan lejos, plasmado en el libro El junco y la corriente. Piensa en sus amigos, sus hermanos al otro lado del mundo, junto a otro río.:

«Oh, las figuras del cariño, dónde,
¿dónde ellas?
Llueve en mi corazón y llueve sobre el Yan Tsé...
Pero por qué no estáis aquí.
vidas, oh dulces vidas, alas que yo no sabía en otro espacio
también que el de mi corazón...?»

TIPOGRAFÍA Y ESTILO

Sabido es que Juanele posee un criterio visual del poema, lo que lleva a cada signo a ser insustituible. Posee una máquina de escribir con caracteres en tamaño 8 (una letra muy pequeña) y así deben leerse sus poemas. Sostiene una inclaudicable discusión con una editorial española que quiere adaptar la tipografía de sus poemas al tamaño normal (esto es, los más legibles 11 o 12). Lejos de la simplicidad que demuestra el hombre, su poesía irá tornándose cada vez más compleja. Para seguir diciéndose y diciéndonos. Para abrir preguntas inmensas, inconmensurables.

«No podemos entrar, Abril, en tu /dicha translúcida.
Hay una sombra, Abril,
la sombra de una inquietud,
que nos deja en la orilla, en la / orilla, temblando de tu dicha..»

ESTILO. MOTIVOS.

La luz de octubre, abril, los meses y las estaciones, se hacen motivo en su poesía.
Diminutivos (florcita, espinillo), guiones de diálogo, largos versos rematados por un signo de pregunta, son algunas de las características de una sintaxis, siempre en el borde, la orilla. Algunas palabras recurrentes: ella, la niña, la amiga (¿corporizaciones de la poesía?) ¿Serán esos signos de interrogación que cierran por sorpresa largos versos una forma de sugerir que cualquier discurso que no sea una pregunta es totalitario?

“¿Hay entre los árboles una dicha pálida.
final, apenas verde, que es un pensamiento
ya, pensamiento fluido de los árboles,
luz pensada por éstos en el anochecer?”

¿QUIÉN FUE AL RÍO?

¡Quién puede pintar un árbol sin transformarse él mismo en árbol!
Nietzsche

Tal vez lo más cercano a un arte poética en Juanele sea el poema Fui al río*, publicado en 1937 en El ángel inclinado.
En el primer párrafo siente al río cerca, está frente al río.
«La corriente decía / cosas que no entendía».
Se angustia en su intento de comprender al río, «qué decía el cielo vago y pálido en él ».
En el segundo párrafo del poema, el poeta regresa del paseo y aparece una pregunta.
«Regresaba / –era yo el que regresaba?»
Entonces siente un río corriendo dentro de él.
Ya no hay diferenciación entre hombre y paisaje.
Ya no está «frente» al río. Es parte de él.
«Me atravesaba un río, me atravesaba un río!»

REPORTAJES. ALGUNAS DEFINICIONES.

Juanele aclara algunas cosas en los reportajes.
Consultado acerca de si hay algo de soberbia en su actitud al margen del sistema: «No, no, ni soberbio ni seguro. Tengo algo así como un poco de dolor, sí, de dolor, esa es la palabra, de no sentirme seguro... no me siento seguro ni de la expresión, alguien me habló de «la riqueza del lenguaje », no... esto no lo es».
Acerca de la permanencia en su provincia:
«Acaso he decidido pasar, como bien dice Machado, «la prueba de la soledad en el paisaje»; dura prueba para todo escritor».
Acerca de la función del poeta:
«En China se siente el acento puesto en la revolución. Mao dice siempre que en la revolución no hay detenciones».
Acerca del desarreglo de los sentidos:
«Ahora mismo cuando estuve enfermo, veía los árboles venir hacia mí como Rilke en Muzot, cuando le parecía que cada árbol respiraba con los pulmones de él».
Acerca de «concretar» una obra:
«Todo me excede siempre. Ninguna realización me ha conformado».
«Yo amo la poesía en estado de latencia».

EPÍLOGO O CONTINUIDAD:

El hombre. El mito. El intelectual. El revolucionario. Sigue fluyendo.

DEJA LAS LETRAS... (fragmento)

Deja las letras y deja la ciudad...
Vamos a buscar, amigo, a la virgen del aire...
Yo sé que nos espera tras de aquellas colinas
en la azucena del azul...
Yo quiero ser, amigo,
uno, el más mínimo, de sus sentimientos de cristal...
o mejor, uno, el más ligero, de sus latidos de perfume...
No estás tú también
un poco sucio de letras y un poco sucio de ciudad?

(De las raíces y del cielo, 1.958)


*FUI AL RÍO

Fui al río, y lo sentía
cerca de mí, enfrente de mí.
Las ramas tenían voces
que no llegaban hasta mí.
La corriente decía
cosas que no entendía.
Me angustiaba casi.
Quería comprenderlo,
sentir qué decía el cielo vago y pálido en él
con sus primeras sílabas alargadas,
pero no podía.

Regresaba
-¿Era yo el que regresaba?-
en la angustia vaga
de sentirme solo entre las cosas últimas y secretas.
De pronto sentí el río en mí,
corría en mí
con sus orillas trémulas de señas,
con sus hondos reflejos apenas estrellados.
Corría el río en mí con sus ramajes.
Era yo un río en el anochecer,
y suspiraban en mí los árboles,
y el sendero y las hierbas se apagaban en mí.
Me atravesaba un río, me atravesaba un río!

Juan L. Ortiz

(Nota de J.G. publicada en la revista La otra, número 19 )

26.5.13

DOMICILIOS DE ESCRITORES / LUGARES LITERARIOS DE BUENOS AIRES





Camino y estoy perdido desde que tengo memoria, quizás desde que caminé de los brazos de mi madre hacia algún lugar que aún no descubro. Y como todas las especies de la tierra, necesité delimitar mi territorio. Son unas pocas cuadras que transito infatigablemente, desde El Bajo hasta el microcentro. Calles que indago con desesperación porque revisar nuestra historia y su contexto habla de una ciudad que nos roban y desaparece. Y así como Praga suena hoy inseparable de la leyenda del golem y de Franz Kafka, Buenos Aires también tiene sus mitologías en el barrio de Abasto y Carlos Gardel o Recoleta y el postergado descanso de Evita, el cementerio de Chacarita y la bóveda de Alfonsina Storni o el nicho de la ya mítica bailantera Gilda. La ciudad crece contra el río, se extiende más allá del puerto y se multiplica tanto en historias como en leyendas urbanas. Cerca de la calle Florida, las galerías subterráneas de la antigua Manzana de la Luces contrastan: los túneles de la época de la colonia bajo la peatonal.


MICROCENTRO

Recorro un tramo de la calle Esmeralda. El taxista cuenta «antes esta era una zona poblada de casas de moda, si te fijás bien, todavía quedan restos del tranvía… » Ahora el lugar se transformó  en una zona de bancos y operadores de bolsa. «Estas calles que recorro ya no son mi ciudad…» confiesa el conductor.
Bajo y camino hacia una plaza extraña, algo sombría, con monumentos de hierro retorcidos y paredes repletas de pintadas, un lugar como un refugio momentáneo de perros, niños y paseantes que desentona con los edificios circundantes. Entonces recuerdo que una madrugada, en un impulso desesperado caminé hasta aquí. Leí que se hacían excavaciones, pues se descubrió bajo la plaza un cementerio de la época de la colonia. No amanecía y estábamos solos los cadáveres y yo. Junto a la mirada furiosa de un escritor que abrió los ojos en ese lugar, un particular literato que aún hoy no puedo leer sin odio. Esta plaza de la calle Esmeralda lleva su nombre: Roberto Arlt.


MONTEVIDEO 980

En un impulso intercepto la puerta negra que comienza a cerrarse tras la entrada de un vecino apurado. Es un día de frío y lluvia y estoy encerrado en este edificio lúgubre digno de una película de Roman Polanski, aquí donde vivió y murió la poeta Alejandra Pizarnik. Me pregunto si los espejos enfrentados del pasillo de entrada habrán sido testigo de ese final, si reflejaron sus sucesivas internaciones hasta la definitiva sobredosis de barbitúricos. Pienso en la violencia que transmite el impulso irrefrenable del acto suicida, esa voluntad de «no ir más que hasta el fondo». Allí donde se dejó dormir cuando sus lápices y papelitos se astillaron hasta el estallido final y cincuenta pastillas para conjurar el insomnio y pasar al otro lado del espejo como su admirada Alicia de Lewis Carrol. Atrás quedan el bar El Cisne, en la esquina, donde se sentaba a escribir, su larga residencia en el barrio de Avellaneda, desde donde inició entre ataques de asma y pánico, sus primeras incursiones literarias de la mano de Juan Jacobo Bajarlía en una Buenos Aires floreciente en el ámbito editorial, frecuentado por personajes como Oliverio Girondo y Pichon Riviere, la reclusión aforística de Antonio Porchia, la gente de Poesía Buenos Aires con Raúl Gustavo Aguirre a la cabeza, sus amigos Olga Orozco, Ivonne Bordelois y más allá, en París, Octavio Paz y Julio Cortázar. Sus terapias, sus internaciones en el pabellón neuropsiquiátrico del Hospital Pirovano, y su estallada máquina de sujetos textuales.


REMEMBRANZA

El escritor Cesar Aira, amigo personal de la poeta, contó una anécdota en un bar de la avenida Corrientes, luego de una magistral charla en el Centro Cultural Rojas. Alejandra, por su cárcel formal y minimal precisión de vocablos, jamás hubiera utilizado en sus poemas palabras o construcciones de la vida cotidiana como «café con leche». De hablar de una comida, dijo, lo haría del «vacío al horno con papas». Vacío porque remite a la nada de la existencia. Decir «horno» tiene cierta connotación infernal y «papas» remite a lo religioso.


CORDOBA Y ESMERALDA. MAIPU. AVENIDA DE MAYO.

Frente a un lujoso edificio blanco de Avenida de Mayo cuya fachada resiste el paso del tiempo, miro hacia el balcón del piso más alto. Porque allí una señora canosa y adelantada a su época llamada Alfonsina Storni intentó besar a un joven llamado Manuel Mujica Láinez, quien huyó espantado ante el intento de la poeta. Intento imaginar la ciudad algún tiempo atrás cuando hacia el añejo café Tortoni caminaba, entre otros, Federico García Lorca. Y un poco más allá, en Maipú al 900, la que fuera casa de Jorge Luis Borges. La calle desemboca en la Plaza San Martín, donde el maestro realizaba sus paseos diarios. Una cita del cuento «La muerte y la brújula» me acude a la mente una y otra vez con la recurrencia de la obsesión: «La casa no es tan grande. La agrandan la penumbra, la simetría, los espejos, los muchos años, mi desconocimiento, la soledad».


MEXICO AL 500

Tomo la calle Venezuela bajando desde la avenida 9 de Julio. Una placa distingue el solar donde vivió durante años el escritor Witold Gombrowicz. Doblando hacia la calle México se destaca el edificio donde alguna vez funcionó la Biblioteca Nacional y uno de sus bibliotecarios fue Jorge Luis Borges. Logro entrar sin ser detectado por la guardia. Entonces me invade el ruido de una música informe. Percibo algo extraño en los ejecutantes de la orquesta, algo que no logro decodificar. De pronto, tropiezo accidentalmente con la mujer más hermosa que he visto. Es albina, como surgida de alguna mitología. Y ciega. Entonces comprendo que el particular ensayo está formado por una orquesta de ciegos. Pienso que Borges también concibió su cosmogonía entre estas paredes. La inmensa biblioteca de Babel que metaforizaba el Universo. Es demasiado. Debo irme. Los secretos del Cosmos, casi tanto como los del amor, son vastos e inabarcables.
Y debo seguir caminando.


© JAVIER GALARZA

26.2.13

LA EXTENSIÓN DE UNA FRASE

Los filósofos presocráticos pensaban con la (i)lógica de la poesía. Tomemos cualquier aforismo de Heráclito o algún fragmento de Parménides : El camino que sube y el camino que baja son uno y el mismo o el pensar y el ser son la misma cosa
Según la filosofía de Heidegger (deudora de la poesía de Hölderlin, Trakl y Rilke) cuando Heráclito pensó el logos como palabra directriz, la palabra era lo nombrado.
Veamos los aforismos de Antonio Porchia, por dar otro ejemplo: 

Cerca de mi no hay mas que lejanías

Poetas como Roberto Juarroz y Alejandra Pizarnik extendieron esas frases para forjar su poética.


Recurrimos a otro autor, Henri Meschonnic

es porque me nombro / tú / que no olvido / vivir. 

¿Un pensamiento? ¿Una ética hacia el otro

Voy al diccionario. 
Fraseo: El arte de puntuar y graduar una frase musical. 

Creo que allí hay una clave para recuperar la oralidad de la poesía, su origen en los romanceros anónimos y por qué no, su poder de pensamiento. La poesía, en los libros sagrados de todas las culturas, siempre un paso adelante. Sin totalitarismos, abriendo grietas en la realidad acordada, brechas. Mostrándonos por ese breve instante que dura la desocultación, hacia donde podemos mirar.
Duración no mensurable, la de quien juega su vida en el lenguaje. 
O en la extensión de una frase.
Mejor otro verso de Meschonnic:

hoy / las hojas muertas / iban más rápido que yo

Bibliografía básica:
Los presocráticos, ediciones Orbis.
Logos, Heráclito, (fragmento 50), Martin Heidegger 
Puesto que soy esa zarza, Henri Meschonnic, Leviatán. 
Voces de Antonio Porchia. (Hay bellas ediciones en usados y reedición de Alción).
Alejandra Pizarnik, Cesar Aira, Beatriz Viterbo 
Cancionero y romancero español, de Dámaso Alonso.