[París, ] lunes [7?.1.1952], las diez
Maia, amor mío, querría saber decirte cuanto deseo que todo esto permanezca, nos permanezca, nos permanezca siempre.
Mira, tengo la impresión al ir hacia ti, de dejar un mundo, de oír a las puertas dar portazos a mis espaldas, puertas y puertas, porque son numerosas las puertas de este mundo hecho de malentendidos, de falsas claridades, de engaños. Quiero que me queden todavía otras puertas, quizá no haya cruzado aún toda la extensión sobre la que se extiende esa red de signos que inducen al error –pero llego ¿me oyes?, me acerco, el ritmo, –lo siento – se acelera, los fuegos engañosos se apagan uno tras otro, las bocas mentirosas se cierran sobre su baba –nada de palabras, nada de ruidos, ya nada que acompañe mi paso –
Estaré ahí, a tu lado, dentro de un instante, dentro de un segundo que inaugurará el tiempo.
Paul
Esta carta es la primera de Celan compilada en la extensa correspondencia con Gisele Lestrange, quien luego sería su esposa.
Las imágenes utilizadas por el poeta recuerdan el mundo de Franz Kafka, sobre quien Celan estaba escribiendo un trabajo en el momento de redactar estas líneas.
La imagen de las puertas volverá a ser utilizada por Celan en el Epitafio a Francois, primer hijo de la pareja, tempranamente fallecido.
Epitafio para Francois
LAS dos puertas del mundo
están abiertas:
abiertas por ti
entre dos noches.
Las oímos golpear y golpear
y llevamos lo incierto,
y llevamos lo vivo a tu siempre.