1.4.07

SCHREBER:LA MUJER DE DIOS


«El sol es una prostituta».
(Daniel Paul Schreber).
«El delirio, en el cual vemos el producto de la enfermedad, es en realidad la tentativa de curación, la reconstrucción».
(Sigmund Freud).
«La progresión del delirio revela la necesidad de reconstruir el cosmos, la entera organización del mundo; en torno a esto hay un hombre que sólo puede ser la mujer de un Dios universal».
(Jacques Lacan).

La historia podría comenzar con tan sólo un pensamiento, una fantasía. Un juez respetable, un presidente de la corte, diciéndose «que agradable debe sentirse una mujer en el momento del coito». Pero pronto el Universo se le develará a este hombre, cuya misión «es sólo comparable al martirio de la crucifixión de Jesucristo». Schreber comprende que debe transformarse en mujer para mediar con Dios y salvar a la humanidad del cataclismo.
Ha escapado a un intento de almicidio y sabe que a Dios se le dificulta comprender a los hombres porque está acostumbrado a tratar con los muertos. Sufrirá terribles mutaciones corporales que en algunos casos describe como milagros. Enumeremos algunas de ellas: reblandecimiento cerebral, vivir mucho tiempo sin estómago, sin intestinos, casi sin pulmones, con el tubo digestivo desgarrado, sin vejiga o con las costillas destrozadas, tragándose su propia laringe al comer, con problemas en el coxis (este fenómeno es denominado por el juez como «el milagro del trasero»).
No obstante estos padecimientos, Schreber se sabe inmortal. Surge su femineidad, comienza a poseer nervios femeninos en un largo proceso que luego de la fecundación con Dios, dará origen a nuevos hombres. Es decir, el orden universal exige su desvirilización. El juez se considera el único hombre que ha sobrevivido y está rodeado por seres fantasmagóricos: «hombres hechos a la ligera». El caso Schreber es probablemente el capítulo más interesante en las obras de Sigmund Freud.

El juez dejó testimonio de sus padecimientos en un libro autobiográfico conocido como «Memorias de un neurópata», obra que Freud inmortaliza analizándola en «Observaciones psicoanalíticas sobre un caso de paranoia autobiográficamente descrito» (1903).
Reintegrado a la vida social, aunque admite su enfermedad nerviosa, cree firmemente que el mundo ya no es el mismo. Quizá como nunca, tal vez como siempre, tiene razón.
Su cuerpo y psiquis habían sido el escenario de una auténtica batalla cósmica. Pero muy pronto el mundo conocería un horror proporcional. Porque desde siempre y por alguna lógica aún no develada, el arte y el delirio han anticipado todas las mutaciones sociales haciendo del cuerpo ese campo de batalla, ese lugar desde donde todas las magias y cataclismos habrán de producirse.










SAN JUAN ASCIENDE COMO ALMA
¿TRAVESTIDO?

...En una noche oscura
con ansias en amores inflamada
¡oh dichosa ventura!
salí sin ser notada
estando ya mi casa sosegada...

...¡Oh noche, que guiaste!
¡Oh noche amable más que la alborada!
¡Oh noche que juntaste
amado con amada,
amada en el amado transformada!...

SAN JUAN DE LA CRUZ




NERVAL Y EL SOL NEGRO DE LA MELANCOLÍA

Yo soy el tenebroso, -el viudo, -el desdichado,
el príncipe de Aquitania de la torre abolida:
mi sola estrella ha muerto, -y mi laúd constelado
ostenta el negro Sol de la Melancolía.

En la noche de la tumba, tú que me has consolado,
devuélveme el Posílipo y el mar de Italia,
la flor que tanto gustaba a mi corazón desolado,
y el ramaje donde la vid se une a la rosa.

¿Soy Amor o Febo?… ¿Lusignan o Biron?
Mi frente aún está roja del beso de la reina;
he soñado con la gruta donde nada la sirena…

Y dos veces vencedor crucé el Aqueronte:
modulando por turno en la lira de Orfeo
los suspiros de la santa y los gritos del hada.

GERARD DE NERVAL




UNA MADALENA EN UNA TAZA DE TÉ: MARCEL PROUS RECOBRA EL TIEMPO

Ese sabor es el que tenía el pedazo de magdalena que mi tía Leoncia me ofrecía, después de mojado en su infusión de té o de tilo, los domingos por la mañana en Combray (porque los domingos yo no salía hasta la hora de misa) cuando iba a darle los buenos días a su cuarto En cuanto reconocí el sabor del pedazo de magdalena mojado en tilo que mi tía me daba la vieja casa gris con fachada a la calle, donde estaba su cuarto, vino a mi memoria como una decoración de teatro; y con la casa vino el pueblo, desde la hora matinal hasta la vespertina y en todo tiempo, la plaza, adonde me mandaban antes de almorzar, y las calles por donde iba a hacer los recados, y los caminos que seguíamos cuando hacía buen tiempo. Y como ese entretenimiento de los japoneses, que meten en un cacharro de porcelana pedacitos de papel, al parecer, informes, que en cuanto se mojan empiezan a estirarse, convirtiéndose en flores, en casas, en personajes consistentes y cognoscibles, así, ahora, todas las flores de nuestro jardín y las del parque de Monsieur Swann y las ninfeas del Vivonne y las buenas gentes del pueblo y sus viviendas chiquitas y la iglesia y Combray entero y sus alrededores, todo eso, pueblo y jardines, que va tomando forma y consistencia, sale de mi taza de té.


POR EL CAMINO DE SWANN Marcel Proust-



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