30.11.09

VOLVER A HACER DE LA MUERTE UN HECHO POSIBLE



Dice George Steiner que la escritura de Celan es a la literatura lo que el Guernica de Picasso a la plástica. Redacto estas líneas comenzando por un comentario que me dejaron en la entrada de la carta de Rilke a Freud. Allí se pregunta, siguiendo a Jean Bollak, si es posible Rilke después de Celan.
Personalmente pienso que es posible, incluso necesario, pero reformulado, actualizado. Pues luego de la estupenda operación de lenguaje que son Las elegías de Duino (allí está todo Heidegger), mucho agua ha corrido bajo el puente... (¿asociación libre con el Mirabeau desde donde precipitará el cuerpo del poeta? ).
Rilke es tan vasto, en su breve vida, que podemos abrevar en la riqueza de su periodo objetivista (los ding gedicht), la etapa de Rodin o en la mística de El libro de las horas, sus diarios que preparan el dios futuro, sus cartas, su novela.
El mismísimo poema Rosa de nadie de Paul Celan no deja de ser una glosa del epitafio de Rilke.
Tomamos el poema Habla también tú, perteneciente al segundo libro de Celan, De umbral en umbral junto a un soneto de Rilke.

Ambos poemas se dirigen hacia un tú invocable.

Leemos el soneto de Rilke, II, XIII, de Sonetos a Orfeo.

Precede a toda despedida como si estuviera
tras de ti, como el invierno que se marcha ahora.
Pues hay entre los inviernos uno tan interminable
que si lo sobrepasas, tu corazón al fin resistirá.

Sé siempre muerto en Eurídice, cantando más y celebrando más a la pura relación remóntate.
Aquí ante los que desaparecen en el reino de la caída,
sé como una copa resonante que ya se quebró con el sonido.

Sé y conoce al mismo tiempo del no-ser la condición,
el infinito fundamento de tu vibración anterior
para que totalmente la cumplas así esta vez.

A las reservas de la naturaleza toda, a las usadas como a las mudas o insensibles, a las indescriptibles sumas,
súmate jubiloso y al número aniquila.


Ponemos en diálogo con este poema de Rilke, el poema de Celan:

HABLA TAMBIEN TÚ

Habla también tú,
habla el último,
di tu decir.

Habla —
Pero no separes el No del Sí.
Dale a tu sentencia también el sentido:
dale la sombra.

Dale sombra suficiente,
dale tanta
como sepas repartida en torno a ti entre
medianoche y mediodía y medianoche.

Mira en torno:
ve cuánta vida hay en derredor —
¡Cuando la muerte! ¡Vida!
Verdad habla quien habla sombra.

Pero el lugar en donde estás ya se reduce:
¿Adónde ahora, el más desnudo de sombra, adónde?
Escala. Palpa hacia arriba.
¡Más delgado te haces, más inconocible, más tenue!
Más tenue: un hilo,
por donde quiere descender, la estrella:
para nadar abajo, abajo,
donde ella se ve brillar: en la resaca
de palabras errantes.


Celan es quien también habla, allí donde Rilke no separa el ser del no ser y Celan el no del sí.
Pero el canto órfico de Rilke deja su lugar al Orfeo cinerario donde lo imposible es Orfeo, no Rilke. La Eurídice en la que muere Rilke, consagrado, intenta reabrir la posibilidad misma de morir.
Vida junto a la muerte, se canta.
Donde Rilke reza Señor, da a cada uno la muerte que le es propia, Celan debe reapropiar la muerte misma, hacerla posible después de...
Allí donde Nerval cruzó el Aqueronte, Celan queda en posición de señalar la infinitud de la responsablidad en cualquier pérdida.
La reformulación de Celan, la reapropiación de la lengua poética, es esa resurrección de la lengua referida por Derrida, no una resurrección cristiana sino espectral. Pues como afirma el filósofo argelino, todo poeta trata con una lengua que muere y no ha habido poeta más consciente de ese peligro que Celan.
Entonces, donde Hölderlin decía que es misión del poeta entregar al pueblo los dones celestes en cánticos velados (función poética?), Celan parece sugerir que esa palabra plena, de ser posible, es la del poeta, la de la sombra.
Pero las palabras vagan, (migran?) y la cifra a aniquilar propicia una errancia más profunda aún que la anunciada por el mismo Rilke cuando dijo que finalmente nos resguarda la desprotección.Vida frente a la muerte. Canto aún. El último.
Hasta, tomando una vez más al Hölderlin revolucionario, que todo cambie en todas partes.


dossier celan

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