14.10.09

INGEBORG BACHMANN: UNA FORMA DE ARDER EN EL LENGUAJE




Quizás alguna vez me pueda reconocer

en una paloma, en una piedra rodante...
¡Solo falta una palabra! Como debo llamarme
sin existir en otro idioma
I.B.


Ingeborg Bachmann (1926—1973) sitúa el fin de su niñez el día en que presenció la entrada de las tropas de Hitler en Klagenfurt.
La historia enseña pero no tiene alumnos— escribirá.
Intima de Anna Ajmatova y Paul Celan (con quien compartió el grupo del 47, referente inevitable para quien escriba poesía después de las atrocidades del siglo XX), lectora crítica de los filósofos Martin Heidegger y Ludwig Wittgenstein, la poesía de I. B indaga al lenguaje desde los límites mismos del lenguaje. Como si al confesionalismo simbólico de Sylvia Plath uniera la indagación política (en verdad presente también en la obra de Plath), humana y filosófica.

El fascismo no empieza –afirma– con las primeras bombas que se tiran... Empieza en las relaciones entre las personas. El fascismo es lo primero en la relación entre un hombre y una mujer.

Bachmann nació en Austria ( acuden palabras para todos. Pero este idioma no lo entiendo. // He visto el país de la niebla / He comido el corazón de niebla) y murió en Roma, según se dice por haberse dormido con uno de sus sesenta Gitanes diarios encendidos.


Creo realmente en algo a lo que llamo ‘vendrá un día’. Y un día eso vendrá. Sí, es probable que no venga... y sin embargo, creo en ello. Si no pudiera creer más, tampoco podría escribir más



Indagar al lenguaje y sus (im)posibilidades fue uno de las tónicas del siglo XX. Queda pendiente la pregunta que popularizó la frase de Theodor Adorno.

Cómo se escribirá después de Awschitz o después del Proceso Militar. Después de los totalitarismos que asolaron el siglo XX, tal vez último espacio para las vanguardias.

El nuevo siglo ha nacido y aún persiste la pregunta.

Los últimos días de Ingeborg Bachman no fueron precisamente plácidos. Drogas (del Seconal al Nembutal), cierta popularidad extraña en un escritor de sus características, que en verdad no la ayudó demasiado, desengaños (no te he perdido a ti sino al mundo) y creatividad.

Luego del éxito de sus libros, entre los que se destaca Invocación a la Osa Mayor, Ingeborg Bachmann renunció a la poesía. Estos versos, dedicados a su íntima Anna Ajmátova, algo nos dicen:


Hacer sostenible una única frase

aguantar el ding dong de las palabras.

Nadie escriba esta frase que no la firme.


Y algo dicen también estos versos escritos para su venerada Nelly Sachs:

No aclara.


La palabra
sólo arrastrará
otras palabras,
la frase otras frases.
El mundo así quiere,
definitivamente,
imponerse,
quiere estar dicho ya.
No las digáis.

Y en un reportaje añade la siguiente declaración:

Sigo sabiendo poco de poemas, pero entre lo poco, está la sospecha. Sospecha de ti lo suficiente, sospecha de las palabras, de la lengua, me he dicho muchas veces, ahonda esta sospecha —para que un día quizás, pueda originarse algo nuevo— o que no se origine nada más.
Ese es el aún no de Bachmann que nos interpela en tanto escritores. Transcribimos el poema de su renuncia a la poesía, escrito no mucho antes de la fecha de su muerte.

NADA DE DELIKATESSEN

Ya nada me gusta.

¿Debo
ataviar una metáfora
con una flor de almendro?
¿crucificar la sintaxis
como un efecto de luz?
¿Quién se romperá la cabeza
con cosas tan superfluas—?

He aprendido a ser sensata
con las palabras que hay
(para la clase más baja)

hambre
deshonra
lágrimas
y
tinieblas.

Con los sollozos no depurados,
con la desesperación
(y desespero de desesperación)
por tanta miseria,
por el estado de los enfermos, el coste de la vida,
me las arreglaré.

No descuido la escritura,
sino a mí misma
Los otros lo saben,
dios lo sabe
qué hacer con las palabras.
Yo no soy mi asistente.

¿Debo
aprisionar un pensamiento
llevarlo a la iluminada celda de una frase?
¿Alimentar oídos y ojos
con bocados de palabras de primera?
¿Investigar la libido de una vocal,
averiguar el valor de amateur de nuestras consonantes?

¿Tengo que,
con la cabeza apedreada,
con el espasmo de escribir en esta mano
bajo la presión de trescientas noches
romper el papel,
barrer las urdidas óperas de palabras,
destruyendo así: yo tú y él ella lo

nosotros vosotros?

(Que sea. Que sean los otros.)

Mi parte, que se pierda.


Ingeborg Bachmann, ULTIMOS POEMAS. Ediciones Hiperión, traducción de Cecilia Dreymuller y Concha García, 1999

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