21.2.07

FREUD Y LOS POETAS


Cuentan que este texto de Freud surgió luego de una caminata junto al poeta Rainer María Rilke, amante de su dilecta discípula Lou Von Salomé. En verdad, poesía no le falta, está hoy más vigente que nunca y apuesta a la salvación por el arte. Una vez más. Quién redacta estas líneas leyó este ensayo de Freud mientras veía por la CNN como la administración Bush devastaba Bagdag...


LO PERECEDERO
1915 [1916]
Hace algún tiempo me paseaba yo por una florida campiña estival, en compañía de un amigo taciturno y de un joven pero ya célebre poeta que admiraba la belleza de la naturaleza circundante, mas sin poder solazarse con ella, pues le preocupaba la idea de que todo ese esplendor estaba condenado a perecer, de que ya en el invierno venidero habría desaparecido, como toda belleza humana y como todo lo bello y noble que el hombre haya creado y pudiera crear. Cuanto habría amado y admirado, de no mediar esta circunstancia, parecíale carente de valor por el destino de perecer a que estaba condenado.
Sabemos que esta preocupación por el carácter perecedero de lo bello y perfecto puede originar dos tendencias psíquicas distintas.
Una conduce al amargado hastío del mundo que sentía el joven poeta; la otra, a la rebeldía contra esa pretendida fatalidad.
¡No! ¡Es imposible que todo ese esplendor de la Naturaleza y del arte, de nuestro mundo sentimental y del mundo exterior, realmente esté condenado a desaparecer en la nada! Creerlo sería demasiado insensato y sacrílego.
Todo eso ha de poder subsistir en alguna forma, sustraído a cuanto influjo amenace aniquilarlo.
Mas esta pretensión de eternidad traiciona demasiado claramente su filiación de nuestros deseos como para que pueda pretender se le conceda valía de realidad. También lo que resulta doloroso puede ser cierto; por eso no pude decidirme a refutar la generalidad de lo perecedero ni a imponer una excepción para lo bello y lo perfecto. En cambio, le negué al poeta pesimista que el carácter perecedero de lo bello involucrase su desvalorización.
Por el contrario, ¡es un incremento de su valor! La cualidad de perecedero comporta un valor de rareza en el tiempo. Las limitadas posibilidades de gozarlo lo tornan tanto más precioso.
Manifesté, pues, mi incomprensión de que la caducidad de la belleza hubiese de enturbiar el goce que nos proporciona. En cuanto a lo bello de la Naturaleza, renace luego de cada destrucción invernal, y este renacimiento bien puede considerarse eterno en comparación con el plazo de nuestra propia vida. En el curso de nuestra existencia vemos agostarse para siempre la belleza del humano rostro y cuerpo, mas esta fugacidad agrega a sus encantos uno nuevo. Una flor no nos parece menos espléndida porque sus pétalos sólo estén lozanos durante una noche.
Tampoco logré comprender por qué la limitación en el tiempo habría de menoscabar la perfección y belleza de la obra artística o de la producción intelectual. Llegue una época en la cual queden reducidos a polvo los cuadros y las estatuas que hoy admiramos: sucédanos una generación de seres que ya no comprendan las obras de nuestros poetas y pensadores, ocurra aun una era geológica que vea enmudecida toda vida en la tierra...,
no importa; el valor de cuanto bello y perfecto existe sólo reside en su importancia para nuestra percepción; no es menester que la sobreviva y, en consecuencia, es independiente de su perduración en el tiempo.
Aunque estos argumentos me parecían inobjetables, pude advertir que no hacían mella en el poeta ni en mi amigo.
Semejante fracaso me llevó a presumir que éstos debían estar embargados por un poderoso factor afectivo que enturbiaba la claridad de su juicio, factor que más tarde creí haber hallado.
Sin duda, la rebelión psíquica contra la aflicción, contra el duelo por algo perdido, debe haberles malogrado el goce de lo bello. La idea de que toda esta belleza sería perecedera produjo a ambos, tan sensibles, una sensación anticipada de la aflicción que les habría de ocasionar su aniquilamiento, y ya que el alma se aparta instintivamente de todo lo doloroso, estas personas sintieron inhibido su goce de lo bello por la idea de su índole perecedera.
Al profano le parece tan natural el duelo por la pérdida de algo amado o admirado, que no vacila en calificarlo de obvio y evidente.
Para el psicólogo, en cambio, esta aflicción representa un gran problema, uno de aquellos fenómenos que, si bien incógnitos ellos mismos, sirven para reducir a ellos otras incertidumbres.
Así, imaginamos poseer cierta cuantía de capacidad amorosa —llamada «libido»— que al comienzo de la evolución se orientó hacia el propio yo, para más tarde —aunque en realidad muy precozmente— dirigirse a los objetos, que de tal suerte quedan en cierto modo incluidos en nuestro yo.
Si los objetos son destruidos o si los perdemos, nuestra capacidad amorosa (libido) vuelve a quedar en libertad, y puede tomar otros objetos como sustitutos, o bien retornar transitoriamente al yo. Sin embargo, no logramos explicarnos -ni podemos deducir todavía ninguna hipótesis al respecto- por qué este desprendimiento de la libido de sus objetos debe ser, necesariamente, un proceso tan doloroso. Sólo comprobamos que la libido se aferra a sus objetos y que ni siquiera cuando ya dispone de nuevos sucedáneos se resigna a desprenderse de los objetos que ha perdido.
He aquí, pues, el duelo.
La plática con el poeta tuvo lugar durante el verano que precedió a la guerra. Un año después se desencadenó ésta y robó al mundo todas sus bellezas. No sólo aniquiló el primor de los paisajes que recorrió y las obras de arte que rozó en su camino, sino que también quebró nuestro orgullo por los progresos logrados en la cultura, nuestro respeto ante tantos pensadores y artistas, las esperanzas que habíamos puesto en una superación definitiva de las diferencias que separan a pueblos y razas
entre sí. La guerra enlodó nuestra excelsa ecuanimidad científica, mostró en cruda desnudez nuestra vida instintiva, desencadenó los espíritus malignos que moran en nosotros y que suponíamos domeñados definitivamente por nuestros impulsos más nobles, gracias a una educación multisecular. Cerró de nuevo el ámbito de nuestra patria y volvió a tornar lejano y vasto el mundo restante. Nos quitó tanto de lo que amábamos y nos mostró la caducidad de mucho que creíamos estable.
No es de extrañar que nuestra libido, tan empobrecida de objetos, haya ido a ocupar con intensidad tanto mayor aquellos que nos quedaron; no es curioso que de pronto haya aumentado nuestro amor por la patria, el cariño por los nuestros y el orgullo que nos inspira lo que poseemos en común.
Pero esos otros bienes, ahora perdidos, ¿acaso quedaron realmente desvalorizados ante nuestros ojos sólo porque demostraran ser tan perecederos y frágiles? Muchos de nosotros lo creemos así, pero injustamente, según pienso una vez más. Me parece que quienes opinan de tal manera y parecen estar dispuestos a renunciar de una vez por todas a lo apreciable, simplemente porque no resultó ser estable, sólo se encuentran agobiados por el duelo que les causó su pérdida. Sabemos que el duelo, por más doloroso que sea, se consume espontáneamente. Una vez que haya renunciado a todo lo perdido se habrá agotado por sí mismo y nuestra libido quedará nuevamente en libertad de sustituir los objetos perdidos por otros nuevos, posiblemente tanto o más valiosos que aquéllos, siempre que aún seamos lo suficientemente jóvenes y que conservemos nuestra vitalidad. Cabe esperar que sucederá otro tanto con las pérdidas de esta guerra.
Una vez superado el duelo, se advertirá que nuestra elevada estima de los bienes culturales no ha sufrido menoscabo por la experiencia de su fragilidad. Volveremos a construir todo lo que la guerra ha destruido, quizá en terreno más firme y con mayor perennidad.

SIGMUND FREUD

UNA CARTA DE RILKE A FREUD (FRAGMENTOS)


17 de febrero de 1916
Mi estimado profesor Freud... «....Para llegar hasta su casa estoy demasiado cansado, demasiado contrariado demasiado confuso. Sí, estoy en estas diarias situaciones inconmensurables...» «...Para mí es tan inconmensurable esta cosa extraña y sus exigencias que me vuelvo profundamente rígido...» «...Pero lo más extraño son los escombros sobre el animo acumulándose día a día...» «...A menudo estuve a punto de intentar salvarme del entierro mediante una entrevista con usted. Pero finalmente prevaleció la decisión de llevar el asunto solo, mientras a uno le quede aún un turbio trozo de soledad...»
Reverenciándolo sinceramente siempre su R. M. Rilke.


Rilke lo había visitado en 1915. Pronto llegarían LAS ELEGÍAS DE DUINO.

EL CASO GOETZ

El entonces joven poeta Bruno Goetz fue otro «paciente» de Freud a través de tres encuentros. El estudiante fue a ver al maestro aquejado por fuertes jaquecas, habiendo leído ya «La interpretación de los sueños» y con cierto temor a que el psicoanálisis atentara contra su creatividad.
Ante el pedido de Freud de un resumen de su vida le contó que su padre era capitán de ultramar, que había viajado durante muchos años, que había tenido amoríos con mujeres de final desafortunado (pues nunca se atrevió a dar el paso para avanzar en una relación) y también que se había enamorado de algún marinero, situación ante la cual solo atinó a masturbarse.
—«Me ha interesa ese enamoramiento loco con el marinero? ¿Tuvo algún problema con eso? » —«No, que problema voy a tener, cuando uno esta enamorado no tiene problemas— respondió Goetz— es solo que no hice nada». «Bueno— respondió Freud, no hizo nada no, tomó la cosa en sus manos...”—rió el maestro jugando con el doble sentido de la frase..
Goetz, en solo tres sesiones comenzó a sentirse mejor. Al final de la consulta Freud le preguntó cuándo había comido un bife por última vez. Goetz contestó que hacía cuatro semanas. Freud le entregó un sobre cerrado diciéndole que era una «prescripción» y, con cierta timidez, dio por concluida la sesión, diciendo:
«Por favor acepte este sobre y permítame esta vez actuar como padre. Una pequeña retribución por la alegría que me ha dispensado con sus poemas y la historia de su juventud.»
Cuando Goetz se fue y abrió el sobre, se encontró con que contenía dinero, 100 kronen , exactamente.
Valga esta historia para quienes se han hecho mas papistas que el papa. El joven poeta solo encontró a un hombre interesado en sus historias de mar, en el mecanismo de la inspiración y el respeto a la poesía. según sus popias palabras con algo de «sanador».

UNA PACIENTE EN PARTICULAR

Transcribo este poema porque no creo que exista mejor homenaje a Freud. No creo que biografía alguna logre apresar el espíritu del gran maestro como este hermoso poema de su paciente, la inmensa poeta Hilda Dolittle (EEUU, 1886-1961). Figura del imaginismo, también estuvo vinculada con el gran Ezra Pound y casada con Richard Aldington.

EL MAESTRO
Hilda Doolittle

I

Era muy bello
el viejo,
y yo conocí la sabiduría,
hallé la verdad sin medida
en sus palabras,
su autoridad
era decisiva

(cómo era que comprendía?)

cuando viajé a Mileto
a buscar sabiduría
dejé todo atrás,
ayuné,
trabajé hasta tarde,
me levanté temprano;
usara ropas simples
o intrincadas,
nada se perdía,
cada vestido tenía significado,
"cada gesto es sabiduría",
me enseñaba;
"nada se pierde",
decía;
me acostara tarde
o temprano,
atrapaba el sueño
y me levantaba soñando,
y forjábamos filosofía con el contenido del sueño
y yo estaba contenida;

nada se perdía
pues Dios es todo
y el sueño es Dios
sólo para nosotros,
para nosotros
es pequeña la sabiduría
pero suficientemente grande
para conocer a Dios en todas partes;

Oh era justo,
aun cuando yo le arrojara sus palabras a la boca
me decía
"pronto estaré muerto,
debo aprender de los jóvenes";

su tiranía era absoluta,
pues yo tenía que amarlo entonces,
debía reconocer que él estaba más allá de cualquier hombre,
más cerca de Dios
(era tan viejo),
tenía que clamar
su perdón,
que él me concedía
con su vieja cabeza
tan sabia,
tan bello
con su boca tan joven
y sus ojos;

Oh dios,
deja que haya alguna sorpresa en el cielo para él,
pues nadie sino tú podría idear
algo adecuado
para él
tan bello.

II

No sé qué sugerir,
difícilmente puedo sugerirle algo a Dios,
quien con un gesto
dice, "álcese el Olimpo,
húndase el mar,
Oh Pelión,
Ossa,
sean inmóviles";

no sé qué decirle a Dios,
pues las montañas
responden a su gesto
y el mar,
cuando le dice a su hija,
blanca Madre
de verdes
hojas
y riachuelos verdes
y plata,
que aquiete
la tempestad
o mande paz
y cese el peligro
cuando una montaña escupe fuego;

yo no sabía cómo diferenciar
entre el deseo volcánico,
anémonas como ascuas
y llama púrpura
de violetas
como fuego al rojo,
y la plata
fría
de sus pies:

tenía dos amores separados;
Dios que ama a todas las montañas,
el único que sabía por qué‚
y comprendía,
le dijo al viejo
que explicara

lo imposible,

y él lo hizo.

III

¿Qué puede darle Dios al viejo
que hizo esto posible?

pues una mujer
respira fuego
y está fría,
una mujer vierte nieve de los tobillos
y está tibia;
el blanco calor
se funde en copo de nieve
y las violetas
se vuelven amatistas puras,
claras como el agua:
no,
no vacilé‚
vi todo el milagro,
supe que el viejo lo hacía sostenible,
¿pero como podía él haber previsto
lo imposible?

¿cómo podíamos saber
que cada gesto de esta danza
sería hierático?
las palabras estaban inscriptas sobre papiros
las palabras estaban escritas cuidadosamente,
cada palabra estaba sola
aunque cada una llevaba a otra,
y el todo hacía un ritmo
en el aire,
hasta ahora inconcebible,
desconocido.

IV

Estaba furiosa con el viejo,
quería una respuesta,
una respuesta nítida,
cuando discutí y dije, "bien, dímelo,
pronto estarás muerto,
el secreto está en ti",
me dijo,
"eres poeta";

no quiero ser tratada como niña, como débil,
así que dije
(estaba furiosa)
"no durarás para siempre,
el fuego de la sabiduría muere contigo,
he venido a Mileto desde lejos,
ya no estarás mucho entre nosotros,
vine a buscar una respuesta";

estaba furiosa con el viejo,
con su charla sobre la fuerza viril,
estaba furiosa con su misterio, sus misterios,
discutí hasta el amanecer;


Oh era tarde,
y Dios me perdonará, perdonará mi furia,
pero no podía aceptarlo.

No podía aceptar de la sabiduría
lo que enseñaba el amor:
la mujer es perfecta.

V

Ella es mujer,
aunque más allá de mujer,
aunque en mujer,
sus pies son del pulso delicado del capullo del narciso
brotando desde la tierra
(ah, dónde está tu fuerza viril?)
sus brazos son del temblor del macho
joven,
tentativo,
emergiendo
solo en un bosque
aquella noche primera;

ella es mujer,
sus muslos son frágiles aunque fuertes,
salta de roca en roca
(sólo había para su danza un círculo pequeño

y las colinas danzan,

ella conjura a las colinas;
"despierten,
rododendros",
despiertan,
hay flor púrpura
en su mármol, sus blancos muslos
de abedul,
o hay una flor roja,

hay una flor rosa
partida en dos
cuando sus piernas se separan en la
danza
extática
Afrodita,
hay una frágil flor lavanda
oculta entre la hierba;

Oh Dios, qué es
esta flor,
que en sí misma tenía poder sobre toda la tierra?
pues no necesita hombre ella misma
es ese dardo y pulso del macho
manos, pies, muslos,
en sí misma perfecta.

VI

Deja al viejo yacer en la tierra
durante bastante tiempo ha inquietado el pensamiento de los hombres)
deja que el viejo muera,
deja que el viejo sea de la tierra
él es tierra,
Padre,
Oh amado
tú eres la tierra,
él es la tierra. Saturno, sabiduría,
roca. (Oh sus huesos son duros, es fuerte ese viejo),
déjalo crear una tierra nueva
y por las rocas de ese renacer
el mundo entero ha de sufrir,
sólo nosotras
que somos libres

podemos predecir,
profetizar,
él
(es el viejo
quien hará nacer un mundo nuevo),
es él,
es él,
quien ya ha formado una tierra nueva.

VII

Por muchos eones todavía
él inquietará el pensamiento de los hombres,
que viajarán mucho y lejos,
discutirán todas sus palabras escritas,
su pluma será sagrada,
ellos construirán un templo
y pondrán a salvo todas sus escrituras sagradas
y vendrán los hombres
y los hombres pelearán
pero él estará a salvo;
ellos fundarán templos en su nombre,
su fama será tan grande
que cualquiera que lo haya conocido
será visto también como maestro,
vidente,
intérprete;

sólo yo,
yo escaparé.

VIII

Y fue él, él mismo quien me libró
a la profecía,

no me dijo
"sé
mi discípula",
no me dijo
"escribe,
cada palabra que digo es sagrada",
no me dijo "enseña",
no me dijo
"cura
o sella documentos en mi nombre",

no,
era bastante informal,
"no discutiremos eso"
(dijo)
"eres poeta".

IX

Así que seguí adelante
un poco cegada por esa clase de lágrimas terribles
que no quieren brotar;
le dije adiós
y vi su vieja cabeza
mientras él giraba,
mientras salía del cuarto
dejándome sola
con todos sus viejos trofeos,
los mármoles, los vasos, la Esfinge de piedra,
las viejas jarras de Egipto;
me dejó sola con esas cosas
y su vieja espalda se encorvaba;

Oh Dios,
esas lágrimas no querían brotar,
¿cómo podrían?
me fui,
dije
"no soportaré esta tiranía
de un viejo,
es demasiado viejo,
moriré si lo amo;

no puedo amarlo,
está demasiado cerca,
es demasiado precioso para Dios".

X

Pero no se olvida a aquél
que hace todas las cosas factibles,
no se perdona a aquél
que hace a Dios - en - todo
posible,
pues eso es insoportable.

XI

Ahora puedo soportar incluso a Dios,
pues la risa de una mujer
profetiza
felicidad;
(no el hombre, no los hombres,
sólo uno, el viejo,
sagrado para Dios);

ningún hombre estar presente en esos misterios,
aunque todos los hombres se arrodillarán,
ningún hombre será potente,
importante,
aunque todos los hombres sentirán
qué es ser una mujer,
añorarán,
arderán,
cambiarán el placer fácil
por el esfuerzo
del espíritu,

los hombres verán por cuanto tiempo han
sido ciegos,
pobres hombres
pobres hombres de la humanidad
cuánto tiempo
cuánto tiempo
esta idea del pulso del varón los ha engañado,
los ha debilitado,
verán a la mujer,
perfecta.

XII

Y lo hicieron;
yo no fui la única que grité
locamente,
locamente,
estábamos juntos,
éramos uno,

estábamos juntos,
éramos uno;
adoradores del sol,
lanzamos
como una sola voz
nuestro grito
Rhodocleia;

Rhodocleia,
cerca del sol,
no dijimos
"apiádate de nosotros",
no dijimos "míranos",
gritamos,
"Oh corazón del sol,
rodoendro
Rhodocleia,
somos indignos de tu belleza,

tu belleza es la del sol,
tú eres el Señor vuelto mujer".


(traducción de Diana Bellessi y Mirta Rosenberg)

2 comentarios:

Karol Arcique dijo...

me senti minima ante Freud...en ese ensayo, lo perecedero,

entiendo entonces el dolor de Rilke cuando en la Primera Elegia habla de la belleza..."Pues la belleza no es nada
sino el principio de lo terrible, lo que somos apenas capaces
de soportar, lo que sólo admiramos porque serenamente
desdeña destrozarnos..."

...entonces Freud decia,"nada se pierde"...

¿es entonces la devastacion del hombre solo un proceso?...divagaciones mias
excelente trabajo Javier...

Javier Galarza dijo...

gracias karol, y freud como rodin a rilke nos diría: "trabajar es vivir sin morir", vivir de acuerdo al deseo y vaya si rilke ha dialogado con freud, estimada karol, y vaya si estos hombres han trabajado. gracias por su visita y sus palabras.